Mural en Oventik
"En 500 años se negaron a ver nuestros rostros, ¿Porqué ahora quieren ver nuestras caras? - E Z L N"

1 de Enero de 2010 - XVI aniversario de la Guerra contra el olvido

Mesa redonda en el CIDECI, San Cristóbal de las Casas: Palabras del Subcomandante Marcos

Preguntas y respuestas como caminos.
(Frente a una lata).


El Sup recibe del Teniente Coronel Insurgente Moisés una lata de conocido refresco de cola, con la marca borrada. El Sup coloca la lata frente suyo y explica:

“Ésta es una lata de conocido refresco de cola a la que se le ha borrado lo que la identifique publicitariamente. A principios de este año, en el Primer Encuentro de los Pueblos Zapatistas con los Pueblos del Mundo, en Oventik, Chiapas, uno de los asistentes intervino y puso sobre la mesa, con gesto teatral, una serie de envases de dicha marca e increpó a los zapatistas el que esos productos se vendieran en los caracoles, diciendo que eso era ser inconsecuentes. Los que venían de fuera lo aplaudieron a rabiar. Los compañeros guardaron silencio, después de todo, habían invitado a la gente a hablar, así fuera para decir tarugadas. Quienes aplaudieron, no le preguntaron al espontáneo juez, jurado y verdugo qué marca de calzado y ropa estaba usando, ni dónde o como había conseguido el moderno y caro vehículo de su propiedad en el que llegó para enjuiciar y condenar, envases mediante, el proceso de lucha zapatista. Le aplaudieron y él tuvo sus segundos de gloria, que alargó luego en las sobremesas coletas de sus cuates y clientes.

El silencio de nuestras jefas y jefes fue un gesto de cortesía, no significó ni significa estar de acuerdo con lo que dijo esa persona. Ahora yo voy a decir, en palabras, lo que dijo el silencio de mis compañeras y compañeros dirigentes, autoridades autónomas y coordinadores de los distintos esfuerzos que se levantan en territorio zapatista.

Frente a esta lata de refresco se pueden tomar varias posiciones. Una es la que sostiene el juez que nos visitó en aquella ocasión y que tanto entusiasmo y adhesiones despierta en una franja de la sociedad y de quienes se acercan a las comunidades. Es la posición del consumo anticapitalista. Consiste en atacar al capitalismo en el consumo, es decir, en no consumir determinados productos. Una posición valedera, respetable y, sobre todo, saludable.

Hay otra forma de anticapitalismo, que ataca en la esfera de la circulación. Es decir, no se adquieren los productos en los grandes consorcios comerciales, sino que se promueve y alienta el pequeño y mediano comercio, el comercio ambulante, las cooperativas y colectivos. Una posición también valedera, consecuente, respetable y que, además, no sólo ataca al gran capital, sino que beneficia a un sector de los desfavorecidos.

Por su parte, la zapatista o el zapatista toma esta lata de refresco y le empieza a hacer preguntas. Yo sé que de por sí los zapatistas tenemos fama de esquizofrénicos. Por ejemplo, aunque hablemos individualmente, no usamos el “yo, mi, me, conmigo”, sino que usamos la primera persona del plural: “nosotros”. Pero aquí no se trata de haber llegado al extremo de pretender sostener un diálogo con una lata de refresco, sino de algo más sencillo. Se trata de preguntarle a la lata quién la produjo y quién la transportó.

Puesto que la lata guarda un empecinado silencio, el zapatista se responde a sí mismo (otro signo de esquizofrenia, dirán algun@s).

La lata, se responde la zapatista, la produjo un obrero o una obrera, en una planta que es propiedad de un patrón, y la transportó un empleado, un “choferólogo” dirían los compas de la Realidad recordando la anécdota que contó el Teniente Coronel Insurgente Moisés en aquella ocasión, en un camión que es propiedad del mismo patrón. Y entonces esa obrera, ese obrero o empleado, recibe un salario pero no es todo lo que se gana con la lata de refresco. A la hora de producir esa lata, el obrero o la obrera son explotados por un patrón, que se roba su trabajo y sólo les da una pequeña parte para que traten de sobrevivir.

¿Qué pasaría, pregunta el zapatista, si no hubiera patrón, si la planta refresquera y el camión repartidor fueran propiedad de los trabajadores y trabajadoras, así como los zapatistas somos dueños de la tierra que trabajamos? La zapatista se responde: “los trabajadores no sólo tendrían más paga y vivirían mejor, también se harían dueños de su destino y empezarían a pasar muchas cosas en ellos, la problema sería muy grande pero sería otra problema, una más mejor, más democrática, más libre, más justa”.

El zapatista y la zapatista toman entonces una decisión, y ésta consiste en tratar de unirse con esa obrera, con ese empleado, para organizarse y, juntos, luchar por quitarles a los patrones la propiedad de los medios de producción, sea de producción de refrescos o de luz o de autos o de ropa o de zapatos o de todo.

Para hacer esto, los zapatistas sacan su pensamiento en la Sexta Declaración del Selva Lacandona y dicen claro: la problema del capitalismo es que unos pocos son dueños de todo y unos muchos son dueños de nada, y eso debe cambiar, ponerse de cabeza, subvertirse, “vueltearse”.

O sea que los zapatistas deciden ser anticapitalistas atacando la propiedad de los medios de producción. Esa persona que juzgó y condenó, quienes le aplaudieron y algunas y algunos de quienes nos miran, escuchan y leen, piensan que nuestro anticapitalismo no es consecuente, que el suyo es mejor y más visible, más inmediato y, sobre todo, más presumible a la hora de hablar de ser consecuentes.

Nosotros sólo decimos el nuestro es un anticapitalismo más modesto: es el que apunta al corazón mismo del sistema. Podrán cambiarse los hábitos de consumo de una sociedad, o las formas y medios para circular las mercancías, pero si no cambia la propiedad de los medios para producir, si no desaparece la explotación del trabajo, el capitalismo seguirá vivo y actuante.

Pero aún así no basta.

Hace algunos años, antes de las leyes revolucionarias y el inicio de nuestra guerra, en las comunidades más alejadas en la Selva Lacandona, era practicado un método para producir bebidas alcohólicas. Con caña o maíz o plátano fermentados se puede producir trago (o “posh”, como le llaman de broma los compañeros y compañeras). Así, sin explotar fuerza de trabajo (lo hacían de su milpa o de su platanal o de su sembradío de caña), sin consumir productos de trasnacionales ni engordar las cuentas bancarias de los propietarios de las grandes tiendas, los indígenas se emborrachaban, las mujeres eran golpeadas y violadas, los niños maltratados. Era un alcoholismo anticapitalista por donde se le viera, pero era y es un crimen.

Desde antes del alzamiento y sobre todo a partir de él, las compañeras zapatistas redujeron mucho el alcoholismo, fuera capitalista o anticapitalista, en las zonas rebeldes con su fuerza organizada, y con la concientización continua y permanente en nuestros pueblos.

Aunque la base material del capitalismo es la propiedad privada de los medios de producción, circulación y consumo, tiene ya una lógica que invade todos los rincones de la sociedad y debe ser combatido en todos los lugares.

Así como muchas cosas han cambiado o empezado a cambiar en tierras zapatistas, y otras tantas faltan de transformarse, así será la sociedad que construimos. Todos los esfuerzos actuales de anticapitalismo son respetables y tienen su importancia, así como lo son y tienen todas las luchas, grandes o pequeñas, que se hacen y harán para hacer del nuestro un país donde ya no sea un dolor o una vergüenza ser indígena, niño o niña, mujer o joven, anciano o anciana, diferente en la sexualidad, o ser cualquiera de todas las diferencias que hay y habrá en la humanidad.

Así que expliquen, eduquen, formen, aconsejen sobre lo que es bueno y malo para la salud en la alimentación. Pero no juzguen y condenen a quienes han decidido arriesgar la vida, y todo lo que han levantado sobre la sangre de nuestros muertos, para destruir un sistema que a ustedes y a nosotros, enlatados o sin lata, nos despoja, nos explota, nos reprime y nos desprecia.

¡LIBERTAD Y JUSTICIA PARA ATENCO!
¡LIBERTAD Y JUSTICIA PARA OAXACA!

Muchas gracias.
SupMarcos.

P.D. QUE CUENTA UN CUENTO ANTI-GÉNERO.-

Y hablando de latas, andan por aquí, dando la ídem, unos niños y niñas. Bueno, también hay otras y otros ya de edad que se portan como niñas y niños, pero aquí me refiero a los de pocos años. El número de niñas y niños que hay por acá es indefinido y depende de cuál es el referente para contarlos. Si los vemos, son pocos. Si los escuchamos, son demasiados. Pero, bueno, para ellas y ellos, para el pequeño Gabriel y la Katy, y para las niñas y niños que están lejos en la geografía pero cerca en el sentimiento, como la niña más pequeña que los zapatistas, las zapatistas tenemos, o sea mamá Corral que está hasta allá en Ciudad Juárez, voy a contar un cuento que no es tan bueno como el de los dólares del chino pro-panista, pero tal vez les gusta un poco. Se llama:

ELÍAS CONTRERAS, COMISIÓN DE INVESTIGACIÓN DEL EZLN, LE CUENTA A LA MAGDALENA SU MUY PARTICULAR Y PECULIAR VERSIÓN SOBRE “LOS VIGILANTES”.

Parece que para Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, la cuestión de género era muy diferente. Que esto había sido, sobre todo, trabajo educativo de La Magdalena era algo que estaba fuera de discusión. La Magdalena era un transexual, es decir que no era hombre pero tampoco era mujer.

Elías lo definiría mejor así: cuando en ese equipo especial llamado “Nadie” le preguntaron si La Magdalena era compañero o compañera, Elías Contreras respondió “Es compañeroa, que sea, es un compañero que se va a hacer compañera”.

Pero, bueno, eso será asunto de otra plática, creo. En ésta les voy a contar lo que, a su vez, le contó Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, a La Magdalena en un lluvioso mes de julio anterior a éste que nos encuentra.

La tarde era una pesada cobija de agua y lodo que arropó a Elías y a La Magdalena a mitad de camino, cuando regresaban de la milpa colectiva. Elías sacó, a saber de dónde, un pedazo de nylon con el que, caballeroso, trató de proteger a La Magdalena. Un viento travieso se llevó el plástico y las amables intenciones de Elías, así que se empaparon. Se sentaron, resignados, al pie de la gran Ceiba que está a un lado del camino. Fue La Magdalena la que, cuando amainó un poco la lluvia, empezó la platicadera con una pregunta:

- ¿Por qué llueve tanto aquí? -.

Elías Contreras, en lugar de responder con su acostumbrado “Así es de por sí” o “A saber” o “Mmh”, se sintió obligado, puesto que era algo así como el anfitrión de La Magdalena, a contar una historia que, ésa sí como era su costumbre, empezó a tejer al mismo tiempo que la narraba.

- Es que están echando fiesta Ellos. Y ansí pasa cuando Ellos hacen una su fiesta -.

No es que Elías haya pronunciado las mayúsculas en la palabra “Ellos”, pero La Magdalena notó que esos “Ellos” no eran cualquier “ellos”, sino algo especial, así que preguntó:

- ¿Quiénes son Ellos? -.

Elías dijo:

- Pues Ellos, Los Vigilantes. En algunas partes les dicen “Totilme´iletic”, en otras los llaman “Tzultacah” -.

Y Elías Contreras, Comisión de Investigación, siguió con una historia que vestiría, desde entonces, de otra forma la diferencia de La Magdalena.

- Que sea que son hombre y mujer al mismo tiempo y al mismo tiempo son cerro y planada. Que sea que revuelto, al mismo tiempo dos pero no son dos, sino que es uno, o una, según.

Bueno, pero los zapatistas les decimos “Los Vigilantes” porque son como quien dice los cuidadores, o cuidadoras, según, de todo. Viven en las montañas, cerca de onde nace el agua. En veces dentro de cuevas, en veces cerca de manantiales, onde quiera que hay agua buena, limpia, nueva, ahí cerca viven “Los Vigilantes”. Ellas, o ellos, según, son como quien dicen los dueños, o dueñas, según, del trueno y del rayo. Y cuando dicen su palabra es como un trueno chiquito, que no llega muy lejos pero siempre un tanto sí. Ah, pero cuando echan fiesta, empiezan con su cantadera y su bailadera y entonces se salpica agua pa todos lados y por eso llueve ansí -.

Sin esperar la pregunta que, seguramente, haría La Magdalena, Elías se adelanta:

- Su trabajo de “Los Vigilantes” es que están pendientes de nosotros, los indígenas, y del mundo, y están también pendientes según quien tiene bueno su pensamiento y su camino, o quien piensa mal y tiene delito. Allá, en una montaña que no se mira desde acá, tienen un corral ansí de grande que no se puede medir. Y ahí en el corral tienen guardados todos los animales de la selva que son los naguales de cada uno, o una, según, de los hombres y mujeres. El nagual es el ser gemelo de cada persona -.

- Por ejemplo, de repente su nagual del Bush es el burro, creo. Y tal vez alguien tiene de nagual al buey, sin agraviar. O qué tal que vos, Magdalena, tu nagual es la mula… -

La Magdalena agarra un puño de lodo y se lo arroja, enojada, a Elías.

Elías dice riendo:

- Si acaso lo dije en serio, era un supositorio, nomás para ver si estás poniendo atención a mi palabra porque si no, luego no entiendes, Ora que claro te digo que no desprecias a la mula, porque ésa acaso se enferma, y ónde quiera anda y no se cansa luego -.

Elías hace una pausa y, socarrón, añade:

- Ora que cuando la mula se pone malhora pues hasta lodo avienta… -

La Magdalena se pone de pie y busca algo… digamos, más contundente para darle a Elías. Una rama como garrote aparece en sus manos. Ahora es La Magdalena la que sonríe y dice:

- ¿Decías, querido? -

Elías trata de explicar, sin perder de vista el instrumento de protesta que porta La Magdalena en las manos:

- Pérate Magdalena. Si no estoy hablando de vos. Acaso estoy pensando nada. Nomás era como quien dice una anédota, que sea “anédota” quiere decir que una historia o cuento tiene así como una enseñanza…-

- Ésa es la fábula, no la anécdota -, corrige La Magdalena.

Elías no se intimida:

- Por eso digo que la anédota no es eso, sino que…, bueno, luego te explico Magdalena porque ansí como estás embravecida pos nomás no llega en tu pensamiento las explicaciones. Mejor te sigo contando la historia de Los Vigilantes -.

- Bueno -, dice La Magdalena, - pero sin mulas -.

- Bueno -, dice Elías.

- Y entonces, según, si es que te portas bien, pues tu animal, que sea tu nagual, ahí lo tienen guardado “Los Vigilantes” y lo cuidan y ansí te cuidan a ti. Pero si es que te portas mal, pues anda vete, ahí lo sueltan al animalito y qué tal que lo cazan o se cae o se enferma, pues entonces igual te pasa -.

- ¿Y qué pasa si Los Vigilantes se cansan o se van y se escapan todos los animales? -, pregunta La Magdalena.

- Uh no, pos eso sí sería una desgracia, porque habría un gran dolor en nuestra gente y hasta ahí nomás, todo se muere. Porque la tierra necesita quien la cuide. Por eso el zapatismo nuestro está para ayudar a Los Vigilantes, para que no pase eso, para que cuidamos la tierra, que es nuestra mamá más querida -.

La Magdalena pregunta entonces retadora:

- ¿Y por qué les dices “Ellos” si son hombre y mujer al mismo tiempo? -

Elías Contreras, Comisión de Investigación del EZLN, se pone serio y mira como muy lejos, como hacia algo que no se alcanza a ver, y responde:

- Ah, pos porque los zapatistas sabemos que hay cosas para las que todavía no hay palabras, y entonces usamos las que tenemos. Pero sabemos bien que, aunque no sepamos cómo nombrarlas, esas cosas existen y están ahí, y muchas de ellas son buenas y hay ahí dolores que ni siquiera imaginamos, pero también alegrías que todavía desconocemos. Pero un día… -

Elías se queda callado. La Magdalena deja caer el garrote, se le acerca y, tomándole la mano, le pregunta:

- ¿Un día qué? -

Elías se sonroja cuando responde:

- Un día vamos a tener palabras para entender lo que no entendemos. Porque hay mundos que existen aunque no tengan nombre -.

Y como si tal, en ese momento, a saber por qué, se despejó el cielo y el sol se asomó aunque nomás fuera para despedirse. Y justo antes de que, sonrojado, se fuera, la luna emergió del lado opuesto. Por unos momentos estuvieron juntos, frente a frente. Y cualquiera hubiera podido imaginar que no seguirían los cursos cotidianos que encadenaban a ambos, y que, por un única vez, caminarían a encontrarse, desafiando así todas las convenciones, y haciendo posible lo imposible.

Abajo, El Vigilante más mayor, el más primero, le enseñaba al venado a leer lo que no está escrito en las estrellas y, lejos de ahí, una niña inventaba otro abecedario en las letras de un libro lleno de colores…

Vale. Salud y que viva siempre lo no nombrado todavía… como el abrazo que nos une a los campesinos insumisos de la India, de Corea del Sur, del Brasil y de la Unión Americana.

SupMarcos.
México, Julio del 2007.

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