Mural en Oventik
"En 500 años se negaron a ver nuestros rostros, ¿Porqué ahora quieren ver nuestras caras? - E Z L N"

1 de Enero de 2010 - XVI aniversario de la Guerra contra el olvido

Palabras del SCI Marcos en la apertura del encuentro en Vicam, 11 de octubre.

PALABRAS DEL EZLN EN LA INAUGURACIÓN DEL ENCUENTRO CONTINENTAL DE PUEBLOS INDIOS DE AMÉRICA. Vicam, Sonora, México. 11 de Octubre del 2007.


EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.
MÉXICO.


Hermanas y hermanos:

Por mi voz, habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Y en mi voz los saludamos los hombres, mujeres, niños y ancianos zapatistas, indígenas de raíz maya que viven y luchan en las montañas del sureste mexicano.

Saludamos a los pueblos, naciones y tribus que raíz y sustento son de este continente.

Saludamos los muchos colores que en ellos y ellas tiene el color de la tierra.

Saludamos a los pueblos indios del Noroeste de México que nos acogen: al Kumiai, al Pai Pai, al Kiliwa, al Cucapá, al Tohono Odham, al Comcaá, al Pima, al Mayo Yoreme, al Raramuri, al Guarijío.

Y especialmente saludamos al hombre y la mujer Yaqui que nos recibe y en cuyos suelos y cielos se encuentran las palabras de las culturas originarias de América.

Saludamos a las autoridades tradicionales de Vicam, y de los otros pueblos presentes de la tribu Yaqui.

Saludamos al Congreso Nacional Indígena, voz y oído que nos convocan.

Saludamos a las mujeres y los hombres de Sonora, de México, de América, del Mundo, que nos ayudan, apoyan y acompañan.

A este Encuentro de Pueblos Indios de América se llega con todo en contra: las distancias, las lenguas, las fronteras, los gobiernos, las mentiras, las persecuciones, las muertes, y las falsas divisiones que el de arriba nos impone.

Y como todos nuestros sueños en la vigilia que de arriba nos imponen, parecía imposible la víspera, hace unas horas, hace unos días, hace unos meses, hace unos 515 años.

Hay presentes delegaciones y representaciones de pueblos, naciones y tribus que dan vida a América, desde la Alaska hasta la Patagonia.

De muchos rincones llegan el oído y la palabra.

En veces escucharemos su canto, en veces su silencio.

En veces veremos su color, en veces su recuerdo.

Por eso saludamos a quienes están estando y a quienes estando no están.

Y con memorias saludamos, con historias.

Al otro extremo de la tierra mexicana, en las montañas del sureste, cuenta una leyenda que, cuando la luna es una sombra apenas herida por un curvado rasguño de luz, una pregunta se dibuja en el espacio que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, hicieron para que las pieles se crecieran en la caricia que alivia cansando.

Y cuenta la leyenda que la pregunta se repite en el nocturno techo de los pueblos indios de todo el continente, cuando la luna es nueva en nuestros cielos.

La misma interrogación aparece en el cielo del norte de América, en tierra HAUDENOSAUNEE, de las Naciones Mohawk, Oneida, Cayuga, Onondaga, Seneca y Tuscarora, sobre el TSONERATASEKOWA, el Gran Árbol con las hojas siempre frescas; pasa por la tierra del Wayúu y se extiende hasta el cielo del Mapuche, en el extremo sur del continente.

Cada luna nueva, una pregunta antigua:

¿Habrá vida para la tierra, la madre más primera?

Y cuentan nuestros más mayores, los guardianes de la memoria, que la respuesta no fue creada cuando los dioses más primeros nacieron el mundo.

Cuentan que fue dejada por ellos y ellas, los creadores, como pieza fundamental del rompecabezas del mundo.

Cuentan que en el techo de la tierra la dejaron, que de modo la hicieron para que cada tanto apareciera, para que no se perdiera la memoria.

Vino después el dinero mandón a la muerte mandar en estas tierras.

Trajo destrucción y la nombró “modernidad”.

Trajo robo y despojo y los nombró “civilización”.

Trajo imposición y la nombró “democracia”.

Trajo desmemoria y la nombró “moda”.

Porque, cuentan nuestros sabedores, la pregunta ni siquiera se alcanza a distinguir en las bóvedas del dinero en Wall Street, en las torres de cristal de las grandes corporaciones, en los bunkers de los malos gobiernos que duelen a lo largo del continente.

Y cuentan que, por eso, sólo los pueblos originarios pueden leer en el cielo ésa y otras preguntas que dejó el inicio del mundo, el andar primero de la tierra.

Desde entonces, cuentan nuestros más antiguos, muchas respuestas se ensayan, canto se hacen, danza, lengua, color en tela y piel, palabra, historia, cultura, memoria.

El de arriba, el Mandón, el dinero, tiene una sola respuesta, sólida como su cuenta bancaria, abundante como su codicia, creciente como su ambición.

“No”, responde el dinero, “no habrá vida para la tierra”.

“Habrá negocio”, argumenta para no decir “habrá muerte”.

En cambio, en nuestros pueblos, naciones y tribus originarias, la respuesta está rota, partida en muchas piezas, desperdigada en los calendarios y las geografías, perdida entre las fronteras que la muerte erige y gobierna.

Hace 515 años, el dominador nos descubrió enfrentados algunas veces, divididos otras, fragmentados siempre.

Conquistó entonces la sangre rota que unida estaba por la tierra.

515 años en que nuestros pueblos, naciones y tribus han buscado resistir, sobrevivir, luchar.

Estas historias de dolor y de rebelde dignidad se escucharán ahora.

Oído y palabra nos haremos para conocer lo que somos y en dónde estamos.

Nombrado será el dolor de nuestra sangre y nombrado será el responsable: el dinero.

Nombrada será la experiencia y la sabiduría y nombrados serán nuestros pueblos.

Nombradas serán nuestras demandas: la justicia que queremos, la democracia que necesitamos, la libertad que merecemos.

Nombrado será lo que nos pertenece y nos fue y es arrebatado.

Escucharán nuestros corazones y los de nuestra gente.

Aprenderemos entonces, tal vez, que la respuesta que la tierra, la madre más primera, espera, el “sí” a la vida que reclama, empezará a dibujarse en nuestros cielos cuando sea colectiva, cuando este continente recupere la voz que hoy enmudecen con fuego, olvido y ruido.

La voz más primera, la originaria, la nuestra.

Entonces, tal vez, como la luna nueva que comienza hoy su paso de la sombra a la luz, empezará a dibujarse en nuestras niñas y niños la respuesta que vida será en su camino, en su paso, en su compañía.

Para eso, tal vez, habrá que mirar atrás y muy lejos, que así llaman los nuestros a la memoria; habrá que ser dignos hoy y aquí, que así llaman los nuestros a la rebeldía; y habrá que caminar mundos que no existen todavía pero esperan la mano que los forme, la boca que los cante, el paso que los ande, que es así como los nuestros llaman a la lucha.

Hermanas y hermanos:

Es nuestra decisión que en esta ocasión calle nuestra historia propia como zapatistas que somos. Sabemos que nuestros dolores serán nombrados en los dolores de otras y otros hermanos y hermanas indígenas, como serán nombrados también nuestros sueños y esperanzas, y las luchas que a eso hacer realidad, llevan.

Hoy, como otras veces, nos toca ser el puente para que las voces de ustedes vayan de uno a otro lado, para que un oído generoso encuentren, para que sus colores se vean y sus memorias se muestren.

Así dijeron nuestras jefas y jefes, los guardianes:

Que hablen el otro y la otra, que escuche nuestro corazón.

Que enseñen la una y el otro, que nuestro corazón aprenda.

Que nuestro silencio sea saludo, homenaje, respeto y gratitud a quienes, desde Canadá hasta Chile, nos recuerdan que no nos vencieron, que la batalla continúa, y que la victoria será vida en otro mundo, uno donde quepan todos los mundos que somos y seremos.

Que así sea.

Muchas Gracias.

Desde Vicam, Sonora, México, Continente Americano, Planeta Tierra, Sistema Solar.
A nombre de los hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas zapatistas.

Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Octubre del 2007.

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