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"En 500 años se negaron a ver nuestros rostros, ¿Porqué ahora quieren ver nuestras caras? - E Z L N"

1 de Enero de 2010 - XVI aniversario de la Guerra contra el olvido

¡Fuerza, latinos!

“Creo que los indocumentados han ganado mucho en el terreno de la dignidad”, expresa el sociólogo francés Yvon Le Bot

Sarah Di Nella*

En 2006, la protesta de los indocumentados –migrantes irregulares que viven en Estados Unidos– fue una gran sorpresa: nadie esperaba una movilización tan amplia. Fue el mayor movimiento social de Estados Unidos: no por la duración, sino por el número de personas involucradas. Conjuntó más asistencia que las protestas contra la guerra de Vietnam en los años 60 o el movimiento por los derechos civiles en los mismos tiempos. Las movilizaciones, sobre todo de latinos, fueron las más masivas de la historia, incluso en ciudades como Los Ángeles o Dallas, donde nunca había mítines de esas dimensiones. Inicia con estas aseveraciones la conversación con Yvon Le Bot, sociólogo francés, director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS, por su siglas en francés), autor de numerosos libros sobre América Latina, entre ellos El sueño zapatista, y que ahora estudia el fenómeno de los “latinos” junto con un grupo de universitarios de Berkeley, California.

–¿Cuántos son los indocumentados?

–Se dice que son 12 millones de personas; de ellos dos tercios son latinos, entre los cuales –aproximadamente– 6 millones son mexicanos. La estimación es que hay casi 35 millones de mexicanos en todo Estados Unidos (nacidos al sur de la frontera o descendientes de éstos). El concepto de “sin papeles” es difícil de definir en este país, donde muchas personas no tienen un documento de identidad. A veces el único documento es la licencia de conducir. Los migrantes pueden tener derecho a escuela, salud, y cuando así ocurre la única cosa problemática es cruzar la frontera. Las expulsiones dependen de cada estado: en general en California echan sólo a quien comete un delito. Ahora hay redadas, pero son llevadas a cabo por la policía federal.

–Por tanto, ¿la situación es peor en Europa?

–En Estados Unidos hay un debate político en torno a la migración, lo que no existe en Europa. El promedio de los últimos 10 años indica que en la frontera con México hay una muerte por día. Los deportados sí son un gran número, sobre todo en periodos electorales. Sin embargo, el número de muertes en el Mediterráneo es mucho mayor.

–¿Cómo nació el movimiento de los indocumentados?

–La hierba estaba seca y hacía falta una chispa. En Europa no hay nada equivalente, aunque, por supuesto, hay actos de los sin papeles, pero nunca de manera masiva y siempre están organizados por grupos externos a ellos. En Estados Unidos hay muchas asociaciones de migrantes, muy extendidas; por ejemplo, las asociaciones de residentes: hay más de 600 de ellas establecidas y reconocidas legalmente. Se organizan según sus lugares de procedencia, apoyan a los recién llegados y ayudan a financiar la construcción de infraestructura en sus sitios de origen. En algunas regiones existe asimismo una fuerte tradición sindical, como en California, donde los trabajadores agrícolas mexicanos son los principales activistas gremiales.

“Pero la espoleta que provocó la movilización fue la ley Hb4437, más conocida como ley Sensenbrenner, votada por la Cámara de Representantes en diciembre de 2005. En ella se criminalizaba a los inmigrantes ilegales y a aquellos que los ayudaban, igual a lo que sucede ahora en Italia. Las manifestaciones de la primavera de 2006 fueron fundamentalmente contra esta ley, que aún no había sido aprobada por el Senado.

“Los manifestantes decían: ‘¿Qué pasa si tenemos derecho a la salud, la educación, pero no a nuestra dignidad? Somos trabajadores, seres humanos, y nos criminalizan aun cuando trabajamos y contribuimos a la generación de riqueza de este país’. El movimiento fue mucho más allá de organizaciones, sindicatos, asociaciones, grupos de solidaridad e iglesias, pese a que su robustez venía en gran parte de las redes de estas instituciones.

“Incluso los medios de comunicación latinos desempeñaron un papel importante. Entre las personas clave de movilizaciones hubo periodistas de radio, discyockeis, celebridades, que impulsaron la participación. Las manifestaciones se iniciaron en el sur de California –San Diego y Los Ángeles–, luego se extendieron al resto del país. Ocupaba calles gente que nunca había militado en partidos o sindicatos, que no había participado en mítines –como las empleadas de limpieza–, y jóvenes que hasta esos momentos habían sido invisibles. Al igual que muchos migrantes indocumentados en el mundo, que prefieren la invisibilidad, por primera vez se convertían en algo visible.

“Las demandas eran por dignidad, legalización, acceso a derechos sociales y posibilidad de viajar saliendo y entrando al país. Entendamos que estos problemas son anteriores al 11 de septiembre de 2001, que hay muchas restricciones para los mexicanos –que representaron dos tercios de los manifestantes– y tienen dificultades para visitar su país: los precios de viaje son elevados y las condiciones del mismo peligrosas. En verdad, ellos están bloqueados en Estados Unidos, viviendo al mismo tiempo como mexicanos y estadunidenses una suerte de identidad móvil. En California los indocumentados son aceptados e integrados a la sociedad, pero no pueden regresar a su país. Acceder a documentarse significaba, sobre todo, capacidad para moverse, vivir en la globalización.”

–¿Cómo acabó este proyecto de ley?

–La ley Sensenbrenner no fue aprobada por el Senado, que también votó contra la propuesta legislativa de Edward Kennedy y John McCain –actual candidato republicano–, que entonces era un moderado. Después de éstas y otras peripecias político-jurídicas, en 2006, en el momento del periodo intermedio de elecciones, el Congreso aprobó leyes muy duras para construir, por ejemplo, un muro de mil 200 kilómetros. La norma no se ha aplicado en toda su extensión; el muro es una construcción planeada desde 1994, pero el trabajo es lento porque se requieren fondos aplicados directamente para levantarlo. En sí se trata de un plan con evidentes fines electorales.

“Pero creo que los indocumentados han ganado mucho en el terreno de la dignidad y, en este sentido, el movimiento fue un fin en sí mismo, no sólo una herramienta para lograr metas político-jurídicas. Se trató de un movimiento para superar la invisibilidad: el racismo está ahí, pero ahora todo el mundo sabe que la economía no puede funcionar sin ellos, y saben que ellos son muchos. Ese sentido tuvo el primero de mayo de 2006, que impuso ‘Un día sin mexicanos’. La idea vino de una muy popular película mexicana del mismo nombre. Sectores de la construcción, la agricultura y tantos otros no pueden prescindir de los trabajadores migrantes. Entonces, es otra victoria que en la campaña electoral de 2008 la cuestión de los migrantes –especialmente los irregulares– haya entrado a ser parte del debate político.”

–Obama y McCain: ¿cómo abordar el tema?

–Es una cuestión difícil para los políticos estadunidenses, porque afecta a los partidarios de apoyar a los migrantes, por lo que hay que tener extrema prudencia. La derecha de los republicanos es en extremo partidaria de la seguridad, aunque también hay liberales que apuntan a la apertura de las fronteras según un principio de lógica capitalista: es necesario tener mano de obra barata. Por otra parte, los demócratas no pueden darse el lujo de perder el voto popular, que a menudo padece el reflejo exacerbado sobre seguridad. También deben tratar con los sindicatos, en su mayoría conservadores y antinmigrantes, porque ven en éstos una competencia que tiende a reducir los salarios. El proyecto de ley presentado por McCain y Kennedy también fue apoyado por Obama y Hillary Clinton. Se trataba de un texto bastante moderado, donde se proponía que después de cinco años de residencia en Estados Unidos una persona fuese regularizada. Un compromiso ahora olvidado.

–¿El movimiento de los latinos todavía existe?

–Todos han vuelto a dividirse, aunque hay que señalar que se trató de un movimiento esencialmente social que expresaba un tema de indignación moral: no somos delincuentes. Cuando la emergencia pasó, el movimiento no contaba con una organización y, por tanto, no pudo sostenerse. Pero sigue siendo emblemático para los movimientos actuales, que tienen dificultades para darse estructuras duraderas, a diferencia de lo que ocurre con el movimiento obrero, que tiene sindicatos y militantes. Estamos de cara a un movimiento ético, cultural, que no genera estructuras por más nacional que sea. Se trata de un movimiento trasnacional y puede que renazca; sin embargo hasta ahora nadie sabe realmente qué sucederá verdaderamente en Estados Unidos en materia de migración.

* Tomado del semanario Carta, de Italia, año, X, número 24.

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